domingo, 3 de enero de 2021

Pascualita ¡no está!

 Al entrar en casa sentí que algo no iba bien: Pepe lanzaba su largo OOOOOOOOOOOOOOO. Mi primer abuelito volaba al tuntún, tropezando contra la lámpara del comedor una y otra vez. Al árbol de la calle lo vi dudar entre tocar a los cristales del balcón, o no. Los gorriones callaban, quizas por el frío, tal vez temerosos. Y Pascualita... ¡no estaba!

La Cotilla salió del cuarto de baño donde acababa de darse los últimos retoques (no sé para qué) antes de irse a trapichear. En cuanto me vio criticó a su amiga. - A venido tu abuela y no hay quién le tosa desde que Geoooorge se ha convertido en un auténtico y genuíno mayordomo inglés y no como antes que era: mayordomo-inglés-europeo. - ¿Ha traído algo? - Yo más bien diría que se ha llevado algo - Ah, sí ... ¿el qué? - ¡Y yo qué se, boba de Coria! Nunca me cuenta nada.

Cuando la Cotilla se marchó llamé a la Torre del Paseo Marítimo. - ¿Yesssssss? (me imaginé al inglés con la cabeza levantada, la nariz apuntando al cielo, teléfono en mano y ese meñique tieso como un palo) - Soy yo. Dile a la abuela qu... - Mi no conocer a Yo. - Soy la nena... - Madame decir que no conocer... ¿nena? jijijijijiji 

Abrí la boca y de ella salieron sapos y culebras en mallorquín, en castellano y en arameo. Por fin la abuela se puso al teléfono. -"Cuando te calmes, llama"

Pasó casi una hora antes de volver a marcar. Estaba sudando a mares a pesar del frío. Antes de escuchar la voz de Geoooorge, yo ya le había recitado una retahíla de los males que le auguraba. 

Por fin se puso la abuela. - ¿Te has llevado a Pascualita? - "Sí" - ¿Por qué? - "Por mi asma y porque es mía" - ¡No es de nadie! - ¡Me colgó!

Poco después el árbol de la calle llamó a los cristales y de sopetón, me dijo: - Te la devolverá pronto. - ¡Eh! ¿Acaso tú sabes...? - ¡Naturalmente, mujer! Es una sirena de lo más educada y amable. - ¿Pascualita? 

Mi primer abuelito se posó en una de las ramas: - ¡Que cara se gasta mi viuda! Se ha llevado a la sirena sin dejarte una nota. - Yo iba de sorpresa en sorpresa: - ¿Tú también lo sabes? - Antes de que pudiera contestarme, los gorriones del árbol empezaron sus parloteos cuyo tema era: ¿dónde está la Sirena?. A penas me dejaron oír a Pepe. Fui a por él: - ¿Tú también estabas al cabo de la calle? - El ojo-catalejo se movió hasta que pudo fijar la vista y dijo: - OOOOOOOOOOOOOOOOOO. - Fui a cerrar los cristales del balcón pero el viento frio de la Tramuntana lo impidió hasta que me pintó la nariz de rojo. Y antes de que el remolino se convirtiera en ráfaga, gritó: - ¡Yo también lo sé!



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