jueves, 27 de mayo de 2021

Antojo.

 Me he levantado con antojo de ensaimada pero no se lo he dicho a nadie. Incluso no me atrevía a pensar en ello por si, al quedarme traspuesta a la hora de la siesta y con la Cotilla en casa, me da por hablar del tema, la vecina lo toma por otro camino y le llega la película montada por ella a la abuela: - ¡Tu nieta está de antojos! ¡Ves preparando la canastilla que viene el bisnieto!

El caso es que, para que se te pase el antojo, lo mejor es realizarlo. Fui al horno y compré una ensaimada, calentita, que nos hemos comido entre Pascualita y yo. ¡Hummm, que rica estaba!

Masticaba el último bocado cuando: - ¡Avemariapurísimaaaaaaaa! (la Cotilla venía por el pasillo a paso de carga y la sirena ha salido lanzada por los aires por servidora, entrando límpiamente, en el acuario, sin apenas salpicar.

- ¿Qué ha sido eso que volvaba? - Qué va a ser? ¡Nada! - Nada, no. Algo ha volado. - Pues sería un pájaro del árbol de la calle (y recriminé a la cristalera del balcón) ¡A ver si estás más atenta, jodía! Ciérrate cuando vengan gorriones al balcón y quieran entrar en casa!

- Cuando yo digo que estás para que te encierren es que tengo más razón que un santo ... (murmuró de camino al antiguo cuarto de la abuela) 

Antes de entrar, me dijo: ¡Cerraré con llave porque de los locos no me fio! - Y dio portazo.

Mi primer abuelito, vestido como el sultán de las Mil y una noches, con turbante de seda y todo, me dijo al oído. - Ten cuidado con la Cotilla que no es de fiar. - Te tengo a ti para que me defiendas. - ¿Te parece normal que hables con la cristalera del balcón delante de ella? ¿O con el mismo árbol? O con la... - ¿El ánima de mi abuelito ibas a decir? - Abrió unos ojos como platos y se echó a reir como no había hecho desde antes de estirar la pata. 

Menos mal que, a pesar de llorar de risa hasta inundar el comedor con medio metro de lágrimas, como no es real, la inundación tampoco lo fue. Pero se ganó un viajecito a través del tiempo, con Pascualita y conmigo, subidos todos en una hojita del árbol. Cuando abrimos los ojos estabamos en la copa de un árbol altísimo junto a un tio que lanzaba alaridos, muy originales, sin parar. Menos mal que la mona Chita, una mona seria donde las haya, lo frenaba diciendo: - ¡Otro grito más y te mando a por aspirinas a Sevastopol, jodío!

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario