miércoles, 19 de mayo de 2021

Las Cruzadas.

 El rolls royce de los abuelitos ha aparcado, como siempre, donde más molesta, en la parada del bus, e inmediatamente ha comenzado el concierto de pitos. Me he asomado al balcón y al ver que Geoooorge sacaba una maleta del coche , ¡la de Andresito!, he intentado esconderme en lo más frondoso de la copa del árbol de la calle pero él mismo me ha cerrado el paso diciéndome: - Afronta como mujer lo que te ha tocado en suerte. 

Ante tamaña frase me he quedado de piedra. Es digna de figurar en los libros de Historia como aquella otra que dice: - Llora como mujer lo que no supiste defender como hombre. ¡Que fuerte, por todos los dioses de Egipto! 

Cuando mi cerebro ha procesado la frase he visto que lo que el árbol quería era no tener que apechugar conmigo pisoteándole las ramas y las hojitas. ¡Que tuno es el puñetero! Pero me quedado sin poder decirselo porque los abuelitos y el mayordomo inglés, hicieron su entrada triunfal en casa.

- "¿Esta la Cotilla, nena? El señor Li nos ha visto y ha preguntado por ella" - Quiere usarla de relleno de sus rollitos de primavera. - "¿La Cotilla? ¿por qué?" - Porque se encontró un ordenador portátil, sin estrenar y se lo llevó para el trapicheo. - "Que poca correa tiene éste hombre. ¿Qué más le dará tener un ordenador más o menos" 

Pero el meollo de su venida a casa aún no lo habían desvelado y eso me preocupaba más que si los rollitos de primavera iban rellenos de Cotilla. - "Andresito se quedará unos días aquí porque no hay quien lo aguante" - Perdona, abuela, pero quién dijo que se casaba con él para lo bueno y para lo malo, fuíste tu... - "Y quien está en el testamento, con posibilidades de heredar la Torre del Paseo Marítimo, eres tu." - Vaaaaaaaleeeee...

Entonces me fije en Andresito: - ¿De que va vestido? (pregunté) - Cuando ha visto en la tele, la entrada de tanta gente de Marruecos a España, se ha puesto la armadura, heredada de algún lejano tatarabuelo, que hay en su despacho y espada en mano grita: - ¡¡¡A las cruzadas!!!

Al quedarnos a solas, le he escondido la espada y llevamos horas brindando con chinchón a la salud de el Cid Campeador, aunque a mi, mi segundo abuelito me recuerda más a Don Quijote

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