martes, 18 de mayo de 2021

¡Gamba golda!

El señor Li ha venido a visitarme. En cuanto he abierto la puerta se ha metido hasta la cocina donde Pascualita y yo desayunábamos. Menos mal que la sirena se ha escondido entre la fruta del frutero al escuchar los paso apresurados del chino.

Al recordar su afición por las gambas gordas me entraron los sudores de la muerte. - Los ojos del hombre se tornaron finas ranuras escudriñando los rincones, despensa incluída. - ¿Estal Cotilla? - No. - Yo quelel vel su habitación. - ¿Por qué? - Hummm... quelel hacel legalo a Cotilla y no sabel qué tenel. Pol eso yo milal... - No está bien entrar si no está ella. - ¡Yo decil que si estal bien!

Menudos humos se gasta el hombre. - ¡Oiga, que esto es mi casa y mando yo! He dicho que no está bien y no hay más que hablar. 

Mi primer abuelito, embutido en un sudario color rosa-capote, en un vuelo rasante al rededor del señor Li, le dio dos pases de pecho de esos que le hubiera gustado pintar a más de un artista. No pude callarme y grité: - ¡Ole! 

El señor Li me miró, furioso: - Mi no olé. Mi laval sobaco cada día, ¡glosela! Eso no decil a invitado en casa. - Pero yo no lo he invitado... - Y, de sopetón, preguntó: - ¿Tu tenel oldenadol, boba de Colia?

- ¡La madre que te parió! La de los negocios es la Cotilla... - Pero no me escuchaba porque toda su atención estaba fija en el movimiento extraño de un de los plátanos del frutero. 

Como una flecha cogí a Pascualita y se la tiré al señor Li en el momento que abría ojos y boca para gritar ¡¡¡Gamba golda!!! Pero no pudo articular palabra cuando la lengua, mordida por la sirena, empezó a crecer y crecer y crecer... 

Ahora el señol Li está durmiendo la borrachera del chinchón que ha trasegado con cañita, tumbado en el sofá  y es digna de ver esa lengua-alfombra-pasillera que para si quisieran algunos snobs en sus súper casas.

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