viernes, 14 de mayo de 2021

Hace viento.

 Un fuerte golpe de viento ha abierto la cristalera y a la pobre casi le da un patatús: - ¡Jesús, que susto! Y que mala educación ¡Si quieres entrar, llama y te abro pero no avasalles o no te dejaré salir!

Pascualita, que estaba asomada al borde del acuario, se cayó de espaldas al agua y estuvo un rato sin salir. al final me preocupé y le dije a Pepe: - ¿Se habrá ahogado la sirena? - La cabeza jibarizada movió su ojo-catalejo hasta centrarlo frente al acuario y dijo: OOOOOOOOOOO. -  Vale, tío, con eso me lo has dicho todo y no me has dicho nada. 

Mi primer abuelito, que se pasa más tiempo en la lámpara de casa que en el Más Allá, me tradujo, telepáticamente, la extraña jerga de Pepe: - Dice que no eres más tonta porque no te entrenas, nena.

Aquello me molestó muchísimo, total no tenía nada mejor que hacer, y fui a tomárme la revancha. Pero, antes de que pudiera coger a Pepe y tirarlo por la ventana, se me adelantó la furiosa ráfaga de viento que, circulando a toda pastilla por mi casa, lo puso todo patas arriba y cogiendo a Pepe en vilo se estrellaron ambos contra la ventana de la cocina, cerrada a cal y canto.

 Pascualita subió de nuevo al borde de la pecera para ver el espectáculo del viento y Pepe dándose cabezazos contra el cristal que, cuando menos nos lo esperábamos, se rompió en mil pedazos y el viento y Pepe pudieron escapar. Corri tras ellos gritándole al viento: - ¡No se te ocurra devolverme al "listo"! - Y cerré la ventana.

Cinco minutos después, el mismo viento que se lo había llevado lo devolvió lanzándolo a través del ¡hueco dejado por el cristal que lloraba esparcido por el suelo montando una escandalera difícil de aguantar porque eran más de mil cachitos de todos los tamaños, llorando a moco tendido.

Una de las ramas del árbol de la calle, se coló a través de esa ventana para soltar los trocitos de cristal que habían caído en el árbol. - ¡Haberlo tirado a la calle, guapa! - Si, claro. Con Bedulio en la acera y con el bloc de multas en la mano. Si el cristal era tuyo, los restos también.

Y se fue levantando la punta de la rama en plan despectivo.


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