domingo, 10 de octubre de 2021

Siguiendo la vertical. Anda que...

 Serían las seis de la mañana cuando me han despertado unos golpes que, en mi aturdimiento, no he sabido de dónde salían. He dado media vuelta y a dormir otra vez. Más tarde, de nuevo he tenido un brusco despertar cuando al ruído de los golpes, al que ya me había acostumbrado, (soy muy rápida para algunas cosas) se unió el repiqueteo furioso del timbre de la puerta.

Pensé que el vecino incívico había recapacitado y venía a excusarse de hacer ruído a esas horas y en domingo. - ¡Por mi, date por perdonado! (grité desde la cama y di otra media vuelta)

Cuando horas después me levanté y fui en busca de Pascualita para desayunar juntas unas ensaimadas que trajo ayer la Cotilla del contenedor del súper, me pareció ver una sombra en el comedor - Abuelito... ¿eres tú? - Soy Torcuato (contestó una vocecilla cascada) - ¿Qué hace aquí? - Lo que me mandó la Cotilla: ahondar. He dormido con ella para estar tempranito en el tajo. - ¡¿Aquí?! (mi garganta emitió un gallo nervioso) - Claro que no jejejejejeje... En la cama, no te joe la boba de Coria ésta.

Pasé al otro lado de la mesa del comedor. Allí había un agujero a través del cual saludé a una vecina que entraba en ese momento en la finca. Ella me gritó: - ¡SINVERGÜENZA!

Pascualita, harta de esperarme, se comió dos ensaimadas: la suya y la mía y cuando se lo recriminé me escupió un buchito de saliva envenenada que esquivé, cayó por el agujero y le dio de lleno al más chinche de los vecinos. Sus gritos se escucharon en los confines del barrio.

En plan mandón, dije: - ¡Quiero ésto tapado ¡pero ya! - Lo que tu digas prenda... en cuanto encuentre el tesoro. Ahora picaré un ratito más en la entrada siguiendo la vertical del agujero del comedor.

Y así estamos.

 

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