sábado, 25 de diciembre de 2021

¡Sorpresa!

Ha llamado la abuela para decirme: - "¡Aaayyy, nena, que bien hemos comiiiiiido. Los entrantes eran dignos de un restaurante con una constelación de estrellas Michelin. ¿Y la sopa de Navidad? Digna de los dioses de Egipto. Ya ni te digo nada de los escaldums de pata que ha hecho Geoooooorge, son iniguables. Luego estaba el postre que..." - Ya podrías haberme invitado, abuela, que soy tu única nieta.

- "No lo he hecho por dos razones: la primera por el coronavirus..." - ¡No lo tengo! - "Y la segunda porque me he enterado por Pompilio el carnicero, que te llevaste un trozo de pava. ¿Quizas para practicar haciendo una exquisitez para entrar en Master Chef? y no he querido distraerte..." - ¡Solo era un trozo de carcasa y el cuello y cabeza! ¿Qué exquisiteces puedo hacer con eso? - "Pues habérmelo dicho, mujer" - Mándame las sobras, abuela. - "¿Qué sobras? Se las he dado a mi vecina para su gatito de angora. Y ha sido visto y no visto"

Desde que le colgué el teléfono a la abuela no paro de rascarme. Será por el cabreo que tengo. 

El árbol de la calle me miraba de reojo como si no se atreviese a hablar conmigo. Allá penas. Bastante tengo yo con mis picores para preocuparme por las tonterías de otros. - ¿Qué pasa? (acabé diciéndole) - Siento vergüenza viendo como te arrastras pidiendo las sobras ¡Y deja de rascarte que me pones de los nervios!

Entré en la despensa a por una lata de albóndigas con tomate pero no se dejó coger. - ¡Ostras! - La lata huía de mi y no estaba jugando. Muy seria me dijo: - No me busques ahora, después de despreciarme pidiendo sobras teniéndome a mi a mano.

Menudo día de Navidad. No puedo comer, ni dejo de rascarme la rabadilla. Cantaré villancicos y brindaré con chinchón a ver si me entra el espíritu de la Navidad.

Me senté con Pascualita en el escote y advirtiéndo a la sirena que haciera palmas con sus manitas mientras yo cantaba. Y empecé: - ¡Ay del chiquirritín, chiquirriquitín, metidito entre paaaaaajas!. ¡Ay, del chiquirritín, queriditAAAAAAAAAAYYYYYYYYYY! - ¡Ahora si que picaba! Me rasqué con ambas manos hasta que toqué algo raro... ¡Me estaba saliendo una hermosa, blanquísima y larguísima pluma de cisne!

Mi primer abuelito aplaudió mientras se exhibía como un experimentado modelo de Alta Costura, con un nuevo sudario estampado con la cabeza de la pata que me regaló Pimplio que no era pata sino cisne.

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