De repente, un torbellino de viento, hojas, plásticos, tierra y algunas ropas robadas de los tendederos del barrio, ha entrado en casa poniéndolo todo patas arriba: sillas, cortinas, etc. o patas abajo: floreros, revistas, el acuario con Pascualita dentro, el llavero de Pepe el jibarizado, etc. Esto me subleva y a gritos, para que escuche mi voz sobre el alborotado vendaval, le canto las cuarenta a la cristalera.
- ¡No tienes otra cosa que hacer en todo el día más que evitar que entren indeseables y se te cuelan por la escuadra! ¡Menos mal que no cobras, inútil!.
El llanto desconsolado de la tiquismiquis resuena en mis oídos. - ¡Eso, llora como mujer lo que no has sabido defender como cristalera.- El llanto se redobló y ella dijo, emocionada: - ¡Gracias, nena! Nunca me habían dicho una frase famosa. Es lo mejor que me ha pasado en la vida.
¿Alguien la entiende?
El OOOOOOOOOOOOOOOOO de Pepe sonó fuerte y claro con un punto de terror y otro de ilusión. Terror porque el viento lo empujaba hacia el balcón para llevárselo a Vaya Usted a Saber Dónde (que debe ser un sitio muuuuy lejano) E ilusión por vivir, después de tanto tiempo, una aventura aunque sea chiquitita.
Pero yo fui más rápida y lo cogí al vuelo, después levanté el acuario y metí a Pepe dentro mientras buscaba, a cuatro patas, a la sirena. Las algas, el barco hundido, la arena y el agua de mar, estaban esparcidos por el suelo del comedor.
Finalmente encontré a Pascualita acurrucada y temerosa, en una esquina del comedor y detrás de una de las sillas tiradas por el viento. Arreglé como pude el acuario y vacié una garrafa de agua salada, después fui a ayudar a la cristalera y Pepe quedó sumergido junto a la sirena a la que no le gusta tener huéspedes en su casa.
Conseguimos cerrar el balcón y volvió la calma. Me llevé la botella de chinchón a la salita y puse la tele.
Mi primer abuelito voló a mi lado. Dijo que estaba mohíno porque no me gustó su original sudario de calcetines perdidos. - Es que está feo robar a una nieta (le dije) - Despareció de mi vista y entonces, con un redoble de tambor, apareció con un sudario del número del Gordo de la Loteria de Navidad de 1947. - ¡Te ha tocado, nena, te ha tocado! - Que cruz tengo con éste hombre...
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