domingo, 15 de enero de 2023

Croquetas de chinchón.

¡Uf, que calor estamos pasando en casa! Estamos apelotonados, sudorosos y procuramos no sacar el tema para no liarnos a guantazos entre todos. Ahora resulta que los que están mejor son los comensales de la Santa Cena. Están en un espacio ancho, sentaditos en los puestos que les asignaron a cada uno, dos mil veintitres años atrás. 

Tampoco está mal Pepe el jibarizado, solito en su estantería de la cocina que no comparte ni con el café ni con el azúcar... ¡con nada! Ahí está el hombre... ¡o mujer! Vaya, ahora que habla aprovecharé para ver de aclarar el misterio.

Pedí permiso a Andresito para pasar a la cocina. - Claro, nena, pasa ¿Vas a tomarte un café? - Pues... - ¡Me apunto! (dijo) y de paso, nos tomamos un chinchón que buena falta me hace.

Dimos dos pasos y entramos, a duras penas, en la cocina, ocupada por GeooooorgeBrexit que iba a hacer una paella. Pensé en poner un letrero de OCUPADO para evitar empujones. - ¿Dónde está el chinchón, nena? - Integrado en las croquetas, abuelito. - ¿Todo? Ay, ay, ay, con razón mi madre decía tonterías hace un rato...

La abuela había descubierto el tapper con las croquetas congeladas y ordenó a su mayordomo inglés, freírlas para el vermú. ¡No han dejado ni una! De la salita nos llegaban las risas alocadas de la Momia, la abuela y la Cotilla - ¡¿Estaban buenas?! (dije, muy enfadada) - ¡¡¡BUENÍSIMAS!!! Mañana más, boba de Coria.

La voz del árbol de la calle cantando el brindis de La Traviata resonó por toda la casa: - ¡Enhorabuenaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa, nenaaaaaaaaaaaaaaaaaa, por las corquetaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaas!

Hasta el árbol ha comido ¡Que jodías!

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