martes, 3 de enero de 2023

Pascualita habla.

Posiblemente Pascualita sea la última sirena que existe en el mundo, y no digo en los mares porque ya no vive allí sino en una vieja pila de lavar instalada en el comedor de casa. 

Según me ha contado, telepaticamente mi primer abuelito, no le gusta que la llamemos Pascualita. Dice que es un nombre extranjero y muy feo, no como el que le pusieron cuando nació, TRHIPIIIAAAASRTW, que fue cuando los habitantes de aguas profundas reinaban en el planeta: los grandes cetáceos, los enormes y terribles depredadores de quienes las sirenas, después de haber sido casi diezmadas durante milenios, aprendieron a defenderse y, sobre todo, a alimentarse de sus enormes cuerpos.

Ella misma comió muchas veces aquellas proteínas y ahora, a sus millones de años, come pienso. Y claro, se queja. - Si me viera mi madre (le dijo a mi primer abuelito) pensaría que estaba enferma y me escondería en una de las millones de grutas marinas secretas que usaban las sirenas para librar a sus cachorros de sus enemigos.

También se queja de sus enemigos actuales. - No dan la talla y apenas se defienden cuando los muerdo ¡Ojo que he dicho MUERDO y no COMER! - 

Culpa a la Humanidad de no haber dejado ni un sireno para no extinguirse del todo. - Veo los insectos, como moscas y cucarachas, que llegaron mucho antes que los dinosaurios, procrear alegremente y no paran de reproducirse. Ahora solo puedo compararme con la Nena ¿No es triste eso? Porque la pobre no se come un colín; y al paso que va no creo que lo pruebe jamás.

- ¡Abuelito! - Perdona, nena, pero, tal como me lo contó, te lo cuento. Y ahora me voy que tengo cita con el modisto.

Para congraciarme con la sirena no le he dado pienso sino un bistec de ternera. Mientras lo comía en un visto y no visto, me miró con los ojos saltones de pez llenos de lagrimas que, paradójicamente son dulces y supe que me lo agradecía.                                                            

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