miércoles, 25 de enero de 2023

¿Cuánto falta para el Verano?

El árbol de la calle golpea con sus ramas en el cristal de la ventana de la cocina para llamar mi atención. - Si crees que voy a abrir lo tienes claro ¡No ves que hace frio? - Pero el árbol insiste. - Dime qué quieres a través del cristal... ¿Que arrime la oreja? - Lo hago y se queda tiesa. - ¡Ay, que se me ha congelado!

Lo peor es que la oreja se ha quedado pegada en el cristal. - ¡Aaaaayyyy, mi orejaaaaa!

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaa! ¿a qué vienen esos gritos, nena? (Al verme se le abrieron los ojos como platos) - ¡Estoy pegada, Cotilla! ¡Llame a los bomberos! - ¿Para ésto? Te lo arreglo yo en un plis plás. - A dónde va? - A por agua caliente. Te la echaré por encima y Santas Pascuas. 

La olla que trajo era para diez litros de caldo y hervía. - ¡Ni se le ocurra acercarse!- ¿Quiéres que te la tire desde aquí. Allá tú porque habrá por todo -  ¡No se acerque que me va a achicharrar, sádica! - ¿Y qué hago con el agua? No querrás que la tire con lo escasa que va, manirrota. Haré un caldo de huesos y verduras. Hale, ahí te quedas. Y preparó el caldo.

A todo esto el árbol de la calle seguía dando la vara repiqueteando en el cristal.

Poco a poco, gracias al caldo, la cocina se fue caldeando y pude separarme de la ventana. ¡Qué alivio aunque ahora tengo sentimientos encontrados: por un lado estoy contenta de que terminara la pesadilla. Por otro hubiese sido fantástico que un bombero cachas, escapado del calendario, me hubiese auxiliado.

Harta ya de los golpecitos arbóreos, abrí uno poco la ventana y una voz cascada, totalmente afónica y sumamente enfadada intentó decirme: Solo quería una aspirina para no quedarme afónica, y vas tú y me haces gritar ¡Gracias por nada, boba de Coria!

 

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