jueves, 20 de julio de 2023

El gato.

 Ha entrado un gato en casa. Se coló detrás de la Cotilla, sin que ella se diera cuenta, cuando llegó de sus trapicheos. Estamos todos desconcertados porqué ¿acaso hay ratones en casa? que yo sepa, no. De todas maneras he pasado la pregunta a los que viven aquí por si, debido a mi despiste congénito, los hay y no los he visto.

El primero que protestó fue mi primer abuelito al sentirse desplazado por el gato que, de un salto, se subió en lo alto de las cortinas del comedor: - ¡¿Qué hace éste bicho en mi lugar preferido para aparecerme?! - Pero el gato no contestó a mi pregunta. Bostezó y siguió dormitando. - ¡Echalo, nena! - ¿Y si me araña? 

De la cocina llegó la opinión de Pepe el jibarizado: - OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO - Está claro que no le gustan los gatos. - El árbol de la calle no sabe a qué carta quedarse. Por un lado le da gustirrinín cuando un gato afila las uñas en su tronco. Por otro, sale su faceta de gallina clueca protegiendo a los gorriones que viven en sus ramas.

Así fueron opinando todos menos Pascualita, feliz flotando en el agua de mar de su pila de lavar del comedor... hasta que el gato, desde su atalaya cerca del techo, divisó ¡una sardina! Rara pero comestible. 

Garras en ristre, saltó a por la sirena a la velocidad del rayo y encontró... ¡agua! y  ¡DIENTES DE TIBURÓN!

No di opción a Pascualita a devorarlo pero no quedó un solo pelo de gato por arrancar en un plis plas.

Salió a la carrera hacia la puerta de la calle que abrí antes de que la Cotilla saliera de su cuarto al oir el MARRAMAMIAU que soltó el bicho.

- Nena, eso que acaba de salir ¿es un gato egipcio? ¡Pero si son carísimos! ¡corre a buscarlo!

Y me fui a dar una vuelta.


No hay comentarios:

Publicar un comentario