sábado, 1 de julio de 2023

El monotema.

 Mi primer abuelito apareció sobre la lámpara de la cocina justo cuando Pascualita y yo íbamos a comernos una ensaimada, recién hecha, a medias. 

Le ofrecí compartirla también con él y en su cara se pintó un rictus de tristeza: - No puedo. - ¿Por qué si tienes boca...? - Porque soy un alma del montón. Buena pero del montón. Para comer ésta delicia tendría que haber sido un santo en la otra vida... - Teniendo que aguantar a la abuela ¿no te ganaste los galones de santidad? Pues sí que van caros.

La abuela llevaba unos días dando la lata con el bisnieto que no llegaba. - Me tiene frita con el monotema: - Siempre ha sido muy cansina. Cuando quería una cosa la conseguía por agotamiento del contrario. - Lo último que me ha dicho es que vaya a buscar novio ¡a París! ... ¡Pascualita, no te comas toda la ensaimada, jodía!

Que egoísta es éste bicho. Y, para rematar la faena, se ha lanzado en plan bomba, dentro de mi taza de cola cao y ha puesto perdida la cocina de salpicaduras. - Menos mal que mi hermoso sudario de Coco Chanel repele las manchas (dijo el abuelito cambiando de sitio por si acaso)

- Le pregunté a la abuela que qué se me había perdido a mi en París si no sé decir ni oui. Lanzó un suspiro que hizo temblar el cuadro de la Santa Cena con todo lo que lleva dentro y abrió de nuevo la boca: - "Allí hay de todo, incluso hombres-lobo, nena." - ¿Y bisnietos? ¿Hay bisnietos en París, abuela? (no sé por qué pero... me colgó.)



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