jueves, 6 de julio de 2023

Mariano, el Cenutrio.

La escuché gritar mi nombre a lo lejos: - ¡Nenaaaaaaaaa, el agua está ricaaaaaaa! - ¡Déjame dormir, aguafiestas! (me quejé)

Era tan temprano que aún no habían puesto las calles de Palma en su sitio ni el clarín que todas las mañanas me despierta había sonado. Pero la Playa seguía llamándome, 

Me levanté de un salto, echa una furia y me planté junto a la pila del comedor donde Pascualita dormía sobre el agua. - Espero que no seas tú quien compromete a la Playa para que me despierte y te lleve a verla. ¿No ves que no son horas?

Y entonces sonó el clarín: - ¡¡¡TARARÍ!!! - Corrí al balcón que estaba abierto de par en par y grité con toda la fuerza de mis pulmones (por cierto, uno estuvo a punto de salirme por la boca) - ¡¡¡LA MADRE QUE TE PARIÓ, CENUTRIO!!! 

El tonto inútil de todas madrugadas lo había vuelto a hacer: salir del garage y tocar su escandalosa y potente bocina ¡cuando no hay un alma por la calle! (salvo la de mi primer abuelito)

Inmediatamente, de todas la ventanas y balcones salen zapatos, sartenes, cubos de agua, cajas de pastillas para dormir... además de los juramentos en arameo del vecindario hacia el Cenutrio.

Tuvo que pasar un tiempo hasta que nos enteramos de que tenía montado un negocio donde vendía a buen precio, la "recolecta" de las madrugadas.

Después del cabreo diario ya no pude dormir de nuevo y pensé que sería buena idea ir a la playa con Pascualita, a relamjarme .

 

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