domingo, 2 de julio de 2023

¡Que cruz tengo con el árbolito de las narices!

 - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaaaa! Ay, no me aguantan las piernas. No pensé que entrenar corriendo fuera tan pesado. - Quien algo quiere, algo le cuesta, Cotilla. - Aplícate el cuento, boba de Coria. - Pero si tengo lo que quiero... - No dice lo mismo tu abuela.

 Una luz cegadora me dejó como para ir vendiendo cupones de la Once por las esquinas. - ¿Eres tú, abuelito? - Efectiviwonder, nena ¿Has visto que sudario tan espectacular me ha hecho Paco Rabane? - Si no puedo mirarlo cómo voy a verlo.

Mi primer abuelito le quitó algo de intensidad al brillo de un montón de placas metálicas brillantes como el oro. - Ahora, sí... Esas placas se te van a clavar. - ¿Dónde, si no tengo cuerpo?  jajajajaja

Al oír mi risa estridente la Cotilla palideció.

- ¿Hay alguien contigo? ... ¿No será...? - ¿Mi primer abuelito? ¡Sí, señora! Y está más guapo que un San Luis. 

La Cotilla corrió a su cuarto y regresó con un espejo. - ¡Si su espiritu está aquí, quedará reflejado en el espejo - Que tontería de teoría (dijo mi abuelito, divertido)

Su ánima no se reflejó en ningún sitio sin embargo sí lo hizo el careto de Pascualita gracias a  un pequeño movimiento nervioso de la vecina. También la sirena vio aquella cara blanquecina rematada por un penacho, escaso, de algas e inmediatamente entró en un estado de frenesí ante lo que ella consideró un enemigo. 

El ataque al espejo fue dicho y hecho.  Ante la violencia desatada por ¡vaya usted a saber qué! (como pensó la Cotilla) tiró el espejo por el balcón y acabó haciéndose pedazos al estrellarse contra el tronco.

Desde entonces el árbol de la calle, aterrorizado por los siete años de mala suerte que le  han caído encima sin comerlo ni beberlo, llora desconsolado, noche y día.

No hay comentarios:

Publicar un comentario