miércoles, 26 de julio de 2023

La isla vuelve en sí.

El árbol de la calle se desgañitaba mientras sacudía con fuerza sus ramas: - ¡¡¡El mar está aquíííí!!! - Mira que le gusta dar el espectáculo (comenté con Pascualita mientras desayunábamos las magdalenas que trajo la Cotilla, hace unos días, del contenedor de basuras del supermercado)

Tuve que preparar dos cola caos más porque los primeros fueron engullidos por las magdalenas. Estaban sedientas.

Harta de oír al árbol, le grité: - ¡Calla ya, jodío, que eres más pesado que una vaca en brazos! - Justo en ese momento, una ola entró en casa por el balcón.

Mojada como un pollo y a rastras, me asomé a la calle. Un oleaje impresionante, con olas de veinte metros en perfecta formación militar y arramblando con todo lo que encontraban a su paso nos dejó a los vecinos con la boca abierta... y tragando agua salada.

- ¿A qué viene éste desfile, capitán? - Venimos a defenderos de la arena del desierto. Por cierto ¿dónde está? - La mandé a tomar viento. - ¡Pues toma! - Y me prendió la Medalla del Valor, o algo así. - ¡Quita, capitán, que me mojas!

Como no había arena a la vista, el oleaje emprendió el camino de las playas

Por el rabillo de un ojo vi una pequeña sombra reptando hacia el balcón y me tiré en plancha a por ella. Pascualita se iba de extranjis siguiendo a las olas.

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