viernes, 21 de julio de 2023

Pelar gatos.

 La Cotilla está de uñas conmigo porque dejé escapar un negocio seguro el día que el gato salió de ésta casa, por pies. Le he dicho mil veces que no era egipcio, solo calvo. Pero no me escucha y repite como un mantra: -  ¡Era un gato Esfinge! ¡Carísimo!

Está desesperada buscando dinero para llenar la faltriquera. Este verano no ha podido alquilar su piso del 4º a turistas engañados. Los vecinos quieren pasar un verano tranquilo. Yo me he unido a ellos aunque dando un nombre ficticio: Pascualinda.

Está intrigadísima: - ¿Tu sabes quién es ésta, nena?  - Ni idea. - ¿Hay vecinos nuevos en la escalera? - Ni idea. No me meto en la vida de nadie. - ¡Aburrida!... El caso es que éste nombre me suena.

Cuando se marchó a sus trapicheos respiré tranquila.

Volvió tarde y cargada, además de con su bolso sin fondo, con un saco del que salían maullidos y bufidos que no presagiaban nada bueno.

- ¿Gatos? (pregunté) - Dos. A uno lo pelo yo y al otro tú. - Metió mano al saco y me lanzó una especie de tigre de Bengala en miniatura y una maquinilla de afeitar. Solo a Pascualita he visto atacar más rápido. 

Nuestros gritos llegaron de una punta a la otra del barrio. Bedulio el Municipal acudió con refuerzos pero al ver que los lamentos salían de mi casa, optó por una retirada, vergonzosa pero efectiva... Sigue sin estar preparado para enfrentarse a los fantasmas.

Acabó viniendo una ambulancia. Ahora estamos cosidas, vendadas, doloridas, cabreadas... - ¡Has dejado escapar otro negocio! ay, ay, ay... - ¡Calle, ya, jodía! ay, ay, ay...

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