martes, 15 de agosto de 2023

¿Amigos? ¡Tu tía!

 - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaa! Mira lo que me he encontrado en la calle, boba de Coria ¡un queso! - ¿En la calle había un queso esperándola? - Pues sí... una casualidad. - Las casualidades no existen, Cotilla. - Bueno, para ti la perra gorda pero yo me he encontrado un queso, te guste o no.

- ¿Dónde estaba exactamente? - Pues... más o menos, delante del almacén del supermercado. ¡Eso sí que es una casualidad! - ¿No dices que no existen? - Cuando está usted por medio, si existen. 

Era un queso mahonés curado, del que hace salivar solo pensar en comerlo. La Cotilla lo metió en su cuarto y echó la llave ¡en mi casa! Se lo dije. - ¡Lo que hay en ésta casa es de todos! - Según y como. de momento cierro y te quito la tentación de hincarle el diente.

Cuando volvió la Cotilla de "limpiar" los cepillos de "sus" iglesias, del queso quedaba poco y montó en cólera. - Me llamó ladrona en todos los idiomas pero yo no tenía constancia de haberlo comido y estaba echa un mar de dudas.

Me encaré con los personajes que juraron, por cosas rarísimas, que ellos no habían sido. El interrogatorio fue largo y solo cojeó al preguntar a los comensales del cuadro de la Santa Cena. Y fue el de las treinta monedas quien acabó reconociendo haber "comprado" a Pompilio, que tiene arte en coger calcetines sin que nos enteremos.

- Llevamos más de dos mil años sin probar el queso... (se justificó el comensal)

Pascualita se asomó al borde de la pila de lavar del comedor. En la comisura de sus labios de pez había migas de queso. Y fijándome mucho, no había ninguna boca sin migas de queso. Entonces, enfadada, pregunté: - ¡¡¡¿Y YO?!!! - El árbol de la calle contestó: Ajo y agua, bonita.

 

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