jueves, 3 de agosto de 2023

Un regalito.

La voz atronadora del árbol de la calle sonó como una Diana en casa y nos despertamos todos a la vez. - ¿Qué pasa? - ¿Qué ha sido ese estruendo? - OOOOOOOOOOOOOOOO (¿Ha vuelto... el gigante?) preguntó Pepe el jibarizado.

Tras el do de pecho inicial, el árbol cantó una nana. Y claro, salí al balcón a llamarle majareta. - Primero nos despiertas y luego quieres dormirnos ¡Estás chalao, Nicodemes! (grité a pleno pulmón)

Los gorriones enmudecieron, la cháchara paró en casa. Hasta Pascualita se sentó, atenta y divertida, en el borde de la pila de lavar del comedor. La Cristalera estalló - El árbol se llama ¡¿Nicomedes?! ¡¡¡JAJAJAJAJAJAJAJAJA!!! 

Más enfadado que un mono, el árbol cerró su bocaza de madera dando a entender que no volvería a abrirla ¡en la vida!... Dos minutos después contó que estaba muy emocionado porque, a pesar del calor de éste verano, en la parte alta de su tronco ha nacido una humilde plantita. Regalo de algún gorrión que se hospedó entre sus hojas y quedó satisfecho - ¡HOOOOOOOOOOOOO! - Exclamamos todos y pedimos verla. Quedamos algo decepcionados porque no tenía flor. A pesar de ello fue bien recibida.

 Pascualita quiso comérsela. Se lo impedí poniendo una mano entre la plantita y los dientecitos de tiburón, llenos de veneno, de la sirena. 

El mordisco fue dolorosísimo. Bebi botella y cuarto de chinchón. Tuve un coma etílico. Y llevo cuatro días sin poder meterme el dedo en la nariz... aunque el peor trago se lo llevará el árbol de la calle cuando le diga que esa plantita recién llegada es ... ¡una secuoya!

No hay comentarios:

Publicar un comentario