miércoles, 9 de agosto de 2023

Terremoto.

Cuando el alarido que salió de mi boca hizo temblar a la finca entera, los vecinos creyeron  que se trataba de un terremoto y salieron pitando directos a la calle donde el árbol de la ídem,  cantaba un aria de La Traviata a pleno pulmón pero eso solo puedo oírlo yo y los personajes de casa.

Mi grito tenía toda la razón de ser. La muy bruja de Pascualita, ¿traumatizada? ante la posibilidad de servir de tapa para el señor Li, salió de madrugada de la pila de lavar del comedor y reptando pasillo adelante, llegó hasta mi cuarto, se subió a pulso por las sábanas hasta colocarse, mojada como estaba, sobre mi pecho, el cual, de por sí escaso, se encogió todavía más dejándome más plana que la tabla de planchar.

De ahí mi alarido... 

En vista de que no había terremoto a la vista, los vecinos subieron a sus casas remugando ¿contra quién? ¡Contra mi, por supuesto! 

¿Quién podía haber sacudido la finca? ¡La nena! - Cosas más raras ha echo la interfecta (dijo alguien al pasar frente a mi puerta). - ¿Por qué no ha salido a la calle como todos los demás? - ¡Porque ha sido ella la del terremoto! - ¿Cómo lo habrá hecho,? porque no tiene chicha para tanto esfuerzo - ¡Huy! Con lo que le gusta el chinchón... A ella y a la Cotilla. 

Justo entonces entró la Cotilla en el portal después de pasar la noche de trapicheo en trapicheo. - ¿Pasa algo? - Ha habido un terremoto... - ¡¿Aquí?!

Un nuevo alarido salió de mi boca. Más fuerte que el anterior aunque me quejé menos porque sabía que por la mañana luciría un escote descomunal "gracias" a los dos mordiscos, en ambos senos, de la sirena que disfrutó de lo lindo al hacerlo "con mi permiso"

Esta vez  el edificio bailó la Yenca de tanto como se movió. Los vecinos siguen acampados en la calle, por si las moscas. - De una cosa estoy segura (dijo una de ellas) No ha sido cosa de la Cotilla. - ¡Ya! ¿Y de la nena...?


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