Era media noche, aún no habían puesto las calles, cuando creí que el rumor que escuchaba era parte de un sueño... o de una pesadilla. Me di media vuelta y el rumorcito se convirtió en clamor: - ¡Cuidado, gigantona, que nos tiras a todas!
El escándalo estaba pasando de castaño oscuro y no me quedó otro remedio que encender la luz. Al pronto no vi nada porque las legañas se habían apoderado de las pestañas y no les daba la gana abrirlos. A base de restregarme los ojos con los puños conseguí mi objetivo: ver qué pasaba.
Encima de la cama había dos o tres bolas de polvo enfadadísimas: - ¡Esto es una dictadura! ¡No nos permiten quejarnos! ¡Compañeras, subid de nuevo y defendamos la libertad de expresión!
Miré al suelo. Allí había un buen montón de bolas de polvo, algunas con pancartas. - ¿Qué pasa aquí? - ¡Estamos cansadas de ser las víctimas propiciatorias! ¡Cae agua al suelo y desaparecemos. Pascualita tiene hambre y desaparecemos.Viene un golpe de viento ¡y desaparecemos! Y hace un rato te has dado la vuelta en la cama sin importarte que estuviésemos encima, ¡tirana!
- ¿Creéis que son horas de montar mítines? - ¡¡¡SI!!! - Hale, pues a tomar viento todas. - Puse el ventilador en marcha hasta que la última bola de polvo salió por la ventana. Después me dormí.
- No sé por qué, ésta mañana no me habla nadie...
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