jueves, 31 de agosto de 2023

Más claro, agua.

De repente me ha dado por hacer limpieza general en casa y todo el mundo me ha preguntado si tengo fiebre. 

No sabía por dónde empezar y lo he decidido a cara o cruz: ¿la salita o el comedor? Salió el comedor y lo primero que hice fue descolgar el cuadro de la Santa Cena y apoyarlo contra los barrotes del balcón.

Fue el magullado árbol de la calle quién dijo que me fijara en la expresión de las caras de los comensales. Primero fue de sorpresa, después de estupor seguida de incredulidad para acabar en un entusiasmo general y sonoro porque gritaban como si les hubiese tocado La Primitiva. Aunque, poco después, todo se trocó en un enfado general: - ¡¿Por qué no nos sacaste antes al balcón, boba de Coria?! - Porque no estabais muy sucios... - ¡No eres más tonta porque no te entrenas! - ¡Estamos descubriendo un mundo sin caballos, borricos o asnos! ¿Preferís esas cajas rodantes? ¡Sois raros!...

Pascualita llegó, reptando, a curiosear. Le llamaron la atención los restos, momificados, de la última cena que hizo ésta gente. Mordió un trozo de pan y a punto estuvo de perder la dentadura antidiluviana con la que tantos sirenos se ha comido a lo largo de su extensísima vida.

Llamó la abuela: - "Cuando vinimos a tu casa ¿estaba mi ex por allí?" - Si... - "¿Se juntó con mi suegra?" - ¡Y tanto! - "¿Hubo TEMA?" - ¡Abuelaaaaa! - "Si quieres heredar la Torre del Paseo Marítimo ¡No me escondas nada!"

El interrogatorio fue como una ametralladora: "¿Qué le ha visto mi suegra a mi ex? ¿Tan elegante es? ¿Seguro que es el ánima de mi ex? ¡Si era un muermo en la cama!" - ¿Por eso le diste el "pasaporte al Más Allá? - "¡Claro! ¿A ti que te parece?"


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