miércoles, 16 de agosto de 2023

El helado.

 L a Cotilla tiene un don: se le pegan cosas en las manos como, por ejemplo, el queso del otro día. Y no solo eso, las cosas van en su búsqueda. Se le plantan delante y así, claro, siempre encuentra algo. Sin ir más lejos, hoy le ha salido al paso un bote de helado de vainilla de un kilo. - ¿También estaba cerca del supermercado? (pregunté con retintín) - Casi en la puerta.

Los personajes empiezan a esperarla como agua de mayo, menos Pascualita que sabe que, en manos de la Cotilla, pronto sería carne de trapicheo. Por eso, en cuanto la oye llegar desaparece dentro del barco hundido, en el fondo de la pila de lavar del comedor.

Sin embargo los comensales de la Santa Cena, que tienen mucha hambre atrasada, les está gustando probar de todo lo que trae para comer. Y el helado ha sido todo un descubrimiento.

La Cotilla dejó el bote de helado en el congelador de la nevera recalcando: - ¡Es mío! Ya te dejaré un poco, nena.

Esta vez no necesitamos a Pompilio. La puerta el congelador la abrí yo. Y quien primero metió el dedo en el helado fue mi primer abuelito después de que el árbol de la calle avisase de que la Cotilla ya había doblado la esquina camino de sus trapicheos.

- ¡Hummm... placer de dioses! (exclamó el abuelito) - Y fue el pistoletazo de salida para atacar al bote de helado desde todos los frentes. Todos el mundo lo probó y a todos nos supo a poco.

Pascualita, celosa de que se lo quitaran, se sumergió con la ración que le había tocado y pronto aprendió que el agua y el helado, juntos, no hacen buenas migas

Furiosa, mostrando su dentadura de tiburón, no deja que nadie toque el agua de la pila de lavar porque ahí ´"está su helado" y piensa bebérsela toda.

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