viernes, 22 de diciembre de 2023

Cuento de Navidad,

Menudo enfado el de la Cotilla. - ¡No me ha tocado ni un mísero reintegro! Menuda tomadura de pelo lo del Sorteo de Navidad ¿Acaso no saben los niños de San Ildefonso que soy una pobre y anciana que cobro una mísera pensión de jubilación con la que no puedo llegar a fin de mes? ¿No lo saben? Entonces ¿qué demonios estudian en ese colegio tan renombrado?

No dábamos crédito a lo que escuchaba. ¡Menuda jeta tiene la tía! - Pero si no se ha gustado un euro en lotería ¿Y encima, quiere que le toque? - Estaba tan alterada que tuve que darle unas copas de chinchón para que se calmara. Cuando había vaciado tres cuartos de la botella, lo consiguió y durmió unas cuantas horas.

Al despertar sacó de su bolso sin fondo, paquetes de mantecados, polvorones, turrones, alfajores, etc. etc. etc. Hizo un montón sobre la mesa del comedor que llegó hasta la lámpara del techo. Vi a mi primer abuelito subido en esa "atalaya", relamiéndose ante tantas delicatessen.

La Cotilla, todavía con voz estropajosa, me dijo: - Come lo que te apetezca. - No me podía creer que fuera tan expléndida. Le di las gracias mientras metía mano al dulce más cercano ... pero se escapó. De repente, toda aquella cantidad de dulces cobró vida y fueron conscientes de que iban a ser DEVORADOS (hasta la palabra me da repelús) por nosotras. Y huyeron despavoridas hacia el balcón. Grité: - ¡Ciérrate, Cristalera! (y me hizo caso)

Sin embargo, un fuerte ¡BLAM! resonó en los cristales del balcón. Una rama fuerte y joven del árbol de la calle, la abrió y los dulces saltaron hacia su copa creyéndose liberados pero... allí estaban los pájaros.

 

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