viernes, 1 de diciembre de 2023

Yo no pago.

Mientras echaba una cabezadita llamaron a la puerta. Ni que decir tiene que me levanté de muy mal café, aunque mientras arrastraba los pies por el pasillo se me fue pasando al imaginarme que, quizá, el amor de mi vida se encontraba en el rellano de la escalera.

Abrí, esperanzada y a punto estuve de darle con la puerta en las narices a Bedulio el Municipal... Que desilusión. Si es que no aprendo, leñe.

Pascualita, que me conoce más que si me hubiera parido, dio dos saltos mortales en la pila de lavar del comedor al tiempo que mi primer abuelito intentaba traducir lo que significaba aquello. - ¡Ya lo sé. No hace falta que digas nada! - A todo esto Bedulio me pasaba un teléfono móvil diciendo: - El señor Alcalde quiere hablar contigo.

Mientras colocaba el teléfono en mi oreja intentando no cortar la comunicación, pregunté: - ¿Está casado?

Vi que de las orejas del municipal salía humo. 

El Alcalde me echó un rapapolvo de siete suelas: - ... ¿Cree que los servicios municipales están para servirla? ¿Le parece bonito llamarlos para sacar a pasear una especie de momia?¡Esto le va a costar un dinerito, señora! - ¡¿A MI?! ¡Ni hablar! Yo no llamé a nadie. ¡Fue BEDULIOOOOO!¿No es verdad, abuelito? (esto lo dije mirando a lo alto de la lámpara y al Municipal se le fue el color de la cara)

Hace días que no veo a Bedulio. Un compañero suyo me comentó que le han puesto ¡otra vez! una camisa de fuerza.



 

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