sábado, 16 de diciembre de 2023

Estoy apañada...

Me quita el sueño el problema de Pascualita.  Cada día es más insistente. Por ésto me paso el tiempo pensando cómo podría arreglarlo pero no doy con la solución mágica.

He pedido a mi primer abuelito. - Tienes más experiencia que yo en éstos temas. - Estás equivocada, nena. Si estoy en el lado bueno del Más Allá es porque ni hablo, ni pienso, ni nada de nada de temas de la entrepierna. Eso aquí es pecado. Mucho me arriesgo traduciéndote verdulerias del bicho ese. 

Quizá la abuela... pero tampoco tuve suerte. - "¿No querrás que te cuente mis intimidades erótico-festivas, boba de Coria? ¡Que soy tu abuela, jodía!"

¿Y la Cotilla...? - Huy, hija. He catado muy poco en mi vida por culpa de tu abuela que me quitaba los novios en cuanto los veía... Si es que no me acuerdo.

De repente una idea brilló en mi cerebro, claro que la pobre neurona quedó echa polvo del esfuerzo.

No perdí tiempo, le pedí a Pau el dibujante que dibujara y pintara un sireno realista y cachas en una cartulina. Quedó niquelao. 

Mientras fui al mercado, compré unas sardinas y las froté sobre el dibujo para impregnarlo con su olor. Después puse la cartulina sobre la mesa del comedor para que Pascualita la viera y oliera. ¡El éxito fue total! Como una flecha saltó sobre dibujo, le hizo carantoñas y todo fue bien hasta que le dio un achuchón y la cartulina se arrugó.

El trozo más pequeño que quedó de cartulina apenas era visible después de la rabieta de la sirena pero, lo peor es que no puedo pasar por el comedor. ¡La fiera corrupia quiere comerme! 

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