jueves, 14 de diciembre de 2023

El señor Li es más agarrao que un chotis.

 Mi primer abuelito se trae un trajín a cuenta de tener que traducir las palabras de Pascualita para que yo me entere de lo que dice. También reparte su tiempo, aunque sea eterno, en probarse sudarios de los grandes modistos porque, como dicen ellos, no hay un alma en el Más Allá que tenga sus hechuras. Todo le sienta como un guante y claro, se lo rifan.

Por otra parte la Mafia China sigue buscando a quien se llevó la caja de los abetos de plástico caída en la acera. Esto causa conflictos entre los que buscan y los "presuntos" sospechosos que, a veces, acaban a tortas. Entonces llegan los coches de la policía con las sirenas a tope y Pascualita se enerva, da saltos mortales con tirabuzones incluidos y pone perdido de agua el suelo del comedor. Hoy, a punto ha estado de salir volando por el balcón. ¡Que vitalidad tiene la tía!

Por mi parte, cada día me tomo un laccao en el bar de la esquina para poder echarle una ojeada al periódico, gratis y ver si el señor Li ofrece recompensa, pero de momento, no. No sé si podré aguantar mucho tiempo más sin chivarme de la Cotilla... ¡Ay, que difícil es esto!

Mi primer abuelito dice que Pascualita quiere entrar en una de esas "sirenas" escandalosas, aún a riesgo de ser comida por ellas. - ¡¿Por ellas?! ¿Acaso cree ser una ballena? ¡Pero si es como una sardina!... con dientes de tiburón (repliqué mientras mi primer abuelito se encogía de hombros como diciendo: ¡A mi plin, yo duermo en Pikolín!

 

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