lunes, 4 de diciembre de 2023

El viento.

No falla. Justo el día que voy a la peluquería, al salir, se levanta un vendaval de tres pares de narices. Creo que la peluquera está conchabada con el viento y se reparten a pachas las ganancias.

Aquí, por lo que veo, todo el mundo le saca rédito a todo menos mi menda lerenda.

- ¡Avemariapurisimaaaaaaaaaaaaaa Vaya pelos llevas, nena. ¿No te da vergüenza salir así a la calle? - Cotilla, tengamos la fiesta en paz que mis buenos euros me ha costado... - Ah, pero ¿has pagado por "eso"? La próxima vez que quieras ir a la pelu dímelo y te arreglo yo. - No sé si fiarme... Bueno, por lo menos me saldrá gratis. - ¡Para el carro! De gratis, nada. - Pero si yo pongo, además del pelo, el agua y el champú para lavarme la cabeza; la luz que gaste el secador, la fregona con la que secar el suelo que pondrá perdido de agua porque mucho experiencia no creo que tenga... ¡Y encima quiere que pague!

De la cocina ha llegado un comentario sarcástico de la fregona: - O sea, que lo mismo sirvo para un roto que para un descosido y serán horas extras que no cobraré, como si lo viera.

Como una flecha Pompilio corría camino de su escondite con algo extraño en las manos. - ¿Qué llevas ahí, zascandil? - Aceleró su marcha pero se encontró con la escoba cerrándole el paso. - Lo siento, Pompi (dijo ésta) es cosas de la nena. Por mi como si das la vuelta a Mallorca a la pata coja. - A ésto siguió una retahíla de argot sindical que no evitó que le arrancara la "cosa" de las diminutas manos del duende. - ¡¿Qué es esto?! - Un peluquín que el viento me ha tirado encima (dijo el duende).

Mirando a la Cotilla dije: - Le servirá cuando aparezca por casa monda y lironda como hace de vez en cuando... - ¡Lagarto, lagarto!

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