viernes, 15 de diciembre de 2023

En busca de sirenos suplentes.

La sirena ha entrado en depresión. Está taciturna, el color de ahogado de su piel se ha intensificado. La culpa la tiene lo extendida que estaba entre las sirenas, la costumbre de comerse al sireno después de cada jolgorio sexual. Por ésta causa los sirenos se fueron extinguiendo... o se largaron a latitudes y profundidades más tranquilas.

Y ahora, la única sirena que todavía existe en el mundo, no tiene a quien hacer ojitos.

 Aún sabiendo que no queda nadie, confía en que yo le proporcione personal erótico-festivo Pues como no lo pinte a ver de dónde saco yo un sireno.

Le he dicho a mi primer abuelito que le recalque bien a Pascualita que, como no se beneficie a un atún, un mero o bichos así, lo tiene crudo. Pero ella no da su brazo a torcer y quiere conocer a las sirenas modernas para que le den "las nuevas directrices" Y si quiero tener paz en casa no he tenido más remedio que hablar con Bedulio para que me deje ir en su coche patrulla con la sirena en marcha. Me ha mandado al quinto pino.

De repente, al volver una esquina he visto un cartel que anuncia un Parque de Atracciones navideño. ¡Allí también suenan las sirenas!

La abuela nos acompañó. El ulular de sirenas era un no parar, Pascualita, asomada al termo de los chinos, estaba enloquecida. Sus ojos querían salirse de las órbitas y darse un garbeo por allí para ver el percal. Pero lo único que abundaba eran jovencitos con el pelo cortado a "lo seta" que caminaban como zombis mirando el móvil. 

Quizá la sirena pensó que eran los modernos sirenos y se lanzó sobre el más cercano y empezó el guirigay cuando el chico, en un visto y no visto, quedó más desplumado que un rico en Montecarlo. De un tirón seco, desprendí a Pascualita de la cabeza que acaba de esquilmar pero no pude evitar que se llevara un trocito como aperitivo.


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